domingo, 25 de agosto de 2013

Capítulo 7: Los poderosos Ángeles del aire, del agua y el sol



Los poderosos Ángeles del aire y del agua ayudados por el poderoso estimulante del sol, ayudan al hombre a despertar a su aletargado espíritu.

Después del Ángel del aire, buscad el Ángel del agua. Descalzad vuestros pies, desnudad vuestros cuerpos y sumergiros en el líquido elemento, para que el Ángel del agua bañe toda vuestra piel, con benéfica influencia sobre todos los órganos internos.
De cierto os digo, que el Ángel del agua aseará todo vuestro cuerpo, quedando limpio de manchas e impurezas, hasta las profundidades de los poros. Así como las veloces aguas del río lavan la suciedad de la ropa, de la misma manera la viva corriente de agua, limpia y asea vuestro cuerpo de todas las manchas e impurezas. Pues grandes es el poder del Ángel del agua, cuando no esté estancada y detenida en malolientes charcos de aguas insalubres, sino corriendo libremente en veloces arroyos y ríos, donde ella se oxigena, santifica y depura al chocar de continuo con obstaculizantes rocas y atajantes piedras, para ofrecerse como la más sana de las bebidas al hombre, prestándole, además, sus dinámicas fuerzas para mover sus molinos, los cuales muelen el trigo de vuestro pan cotidiano. Pero no es suficiente que el Ángel del agua os asee sólo exteriormente; el aseo interno es más importante.
En verdad os digo, así como el Ángel del agua asea y estimula el cuerpo externo, de esta misma manera el agua fresca y pura, refresca y asea el cuerpo interno. Debéis beberla en abundancia y preferirla ante cualquier otra bebida, pues el agua es preparada por Dios y jamás puede ser superada por ninguna bebida artificial hecha por el hombre.
El agua pura cristalina no sólo os apaga la sed, sino también os alimenta y estimula por los numerosos ingredientes que contiene. Además, os refresca, lava y asea vuestros órganos digestivos, normalizando la fiebre interna, estimulando la digestión y la pronta evacuación.
Esta explicación os convencerá: más importante es el agua pura y fresca por dentro que por afuera, pues, las impurezas internas del cuerpo son mucho mayores que las externas. De allí que aquel que sólo asea el cuerpo exterior y deja sucio el interior, se asemeja a aquellos sepulcros blanqueados, limpios por afuera y sucios por dentro, llenos de inmundicias y abominaciones.
Pues, es preciso que el Ángel del agua os bautice tanto por afuera como por adentro, para que estéis completamente limpios y libres de focos infecciosos, causantes de graves enfermedades. Es muy convincente, pues, que periódicamente os hagáis lavados intestinales mediante delgados caños o sondas, unidos a un recipiente colgado en lo alto, por donde el agua penetre con facilidad dentro de vuestras entrañas. El agua debe ser limpia y si es posible entibiada al sol. Puede agregársele un podo de miel de abejas que es muy curativa y desinfectante por ser el extracto de hierbas medicinales. Para facilitar la penetración de la sonda en el orificio del recto, conviene aceitarla con óleo o untarla con grasa.
Dejad permanecer el agua un buen rato adentro del intestino para que alcance a ablandar, aflojar y despegar los excrementos adheridos a las superficies intestinales, suplicando al Ángel del agua para que asee prolijamente vuestras entrañas y desaloje de ellas todas las impurezas que, al permanecer adentro, infectarían toda vuestra sangre, vuestros órganos mas nobles, que no tardarían en funcionar mal, ocasionándoos enfermedades, dolores y una muerte prematura.
Luego dejad que el agua se desaloje de vuestras entrañas y arrastre consigo todas las malolientes inmundicias.
Entonces, asombrados, podréis contemplar con vuestros ojos y oler con vuestras narices las abominables inmundicias que ensuciaban vuestras entrañas.
Aprovechad los domingos para ayunar y ese día repetid el lavado intestinal, pues éste es el secreto de una larga vida, de una plena salud hasta la más avanzada vejez y de una inefable felicidad. Si observáis que las eliminaciones son malolientes y sucias, debéis repetir el lavado, hasta que la eliminación salga clara, limpia y sin mal olor.
Luego, arrodillaos agradeciendo al Señor por haberos enviado al Ángel del agua, el cual os ha librado de vuestro desaseo interno y externo, lo cual quiere decir que el Señor tuvo misericordia con vosotros y que os ha perdonado vuestros pecados que habéis cometido contra la Madre Natura. Así, limpios y depurados de cuerpo y alma, el Ángel del agua os concederá plácidamente el pase, para que podáis presentaros dignamente ante el Trono del Altísimo.
Si tenéis la fuerza de voluntad de ser perseverantes en vuestros propósitos de no pecar más contra la Madre Natura, los divinos Ángeles del aire y del agua os servirán durante toda vuestra vida, la que se desenvolverá plácidamente, gozando de una buena salud, de prosperidad, de una larga vida y de una inefable dicha de vivir.

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