<Aun tengo muchas cosas que
deciros,
pero ahora no las podéis
sobrellevar>.
(Juan 16:12)
“De oído oiréis, y no entenderéis.
Y
viendo veréis, y no percibiréis.
Porque el
corazón de este pueblo se ha engrosado.
Y con los
oídos oyen pesadamente.
Y han
cerrado sus ojos para que no vean con los ojos,
Y oigan con
los oídos, y con el corazón entiendan,
Y se
conviertan, y yo los sane".
Profecía de
Isaías
Cuando este
maravilloso libro llegó a mis manos por el año 1989, prácticamente lo “devoré”
en un momento. Había encontrado la perfecta coincidencia entre las prácticas
espirituales que había adoptado con las enseñanzas del Señor Jesucristo. El
júbilo que embargó a mi corazón era indescriptible, ya que tanto la
personalidad de Jesús como sus enseñanzas tenían una fuerte influencia en mi
vida, pues me había creado en un ambiente así llamado “cristiano”. Comprobar
que las enseñanzas de Jesús en su “esencia” coincidían perfectamente con
el proceso que ya practicaba para entonces, simplemente confirmaba que iba por
buen camino y de que la luz de la realidad empezaba a producir vislumbres en la
oscuridad de mi ignorancia.
Tratar de ver
las cosas “tal como son” con los ojos de la luz del conocimiento no es fácil.
Vivimos en una época en donde predominan la confusión y la envidia. El deseo
por el disfrute de los sentidos materiales "domina" nuestros
corazones provocando frustración y sufrimiento.
¿Por qué
sufrimos? Si somos hijos del Señor Supremo, el padre amoroso que solamente
desea lo mejor para nosotros, entonces ¿por qué sufrimos? Todos, en menor
o mayor grado, hemos pasado, pasamos o pasaremos por etapas de sufrimiento, sin
comprender por qué sucede esto.
Estamos sometidos
a siete tipos de sufrimientos, ineludibles e inevitables, a saber: 1) Los
causados por otras entidades vivientes; 2) Los causados por el medio ambiente;
3) Los causados por nuestro propio cuerpo y nuestra propia mente; 4) Los
causados por el mismo nacimiento; 5) Los causados por las enfermedades; 6) Los
causados por la vejez y 7) Los causados por la muerte.
Cuando
padecemos de alguna enfermedad y acudimos al doctor, lo primero que hace el
médico es diagnosticar el problema. Luego de conocer la enfermedad que nos
aqueja, nos da una serie de recomendaciones para detener la causa que provoca
nuestro malestar. Así el doctor nos indica dejar ciertos hábitos indebidos que
nos han llevado a ese estado de sufrimiento, luego nos recomienda adoptar
nuevos hábitos para ayudarnos a mejorar nuestra salud y calidad de vida y
también acompaña a todos sus consejos, el tratamiento apropiado para curar
nuestra enfermedad.
En este
maravilloso libro titulado “Evangelio de salud” o “Evangelio de la paz”, el
Señor Jesucristo, como el perfecto doctor espiritual, nos señala en forma
clara, científica y directa la causa de nuestros sufrimientos, nos da una serie
de consejos para sobrellevar una mejor calidad de vida y nos suministra el
tratamiento adecuado para curar nuestros malestares y progresar espiritualmente.
Tratar de
llegar a la Verdad Absoluta por nuestros propios medios, o sea, “ascender” a
ella, es prácticamente imposible. Por eso, el Señor Supremo -en Su infinita
misericordia y sabiduría- nos envía a Su hijo querido para ayudarnos a salir
del condicionamiento en que vivimos. Si nosotros adoptamos la actitud natural
del niño que asiste a la escuela, el cual sin ninguna vanidad desafiante
permite que el conocimiento de sus maestros "descienda" hacia él y
abrimos nuestra mente y corazón a las enseñanzas y consejos del maestro
perfecto, la luz del conocimiento invadirá nuestros corazones y podremos ver
las cosas “tal como son”. La Verdad Absoluta no se adquiere por nuestros
infructuosos intentos de especular con verdades relativas. La Verdad Absoluta
se revela y manifiesta en el corazón de quien ansioso y sincero doblega su
voluntad a la del Señor y solamente así podremos salir de la oscuridad de la
ignorancia para entrar en la maravillosa y luminosa luz del conocimiento. Esto
solamente se da por “revelación” y no por “especulación".
“Ciencia sin
religión es especulación, religión sin ciencia es sentimentalismo”, dice un
aforismo vedanta. El conocimiento de la Verdad Absoluta trasciende los planos
emocionales y sentimentalistas. Solamente por la combinación de la verdadera
práctica religiosa y la ciencia espiritual, es que podremos tener acceso a esos
planos superiores.
No existe
violencia más peligrosa que morir en la ignorancia, sin siquiera saber quiénes
somos, o quién es Dios, o cuál será nuestro destino después de dejar este
cuerpo.
El crecimiento
espiritual no es estático, es dinámico. Esto significa que nunca paramos de
aprender y realizar la espiritualidad. Para ello, necesitamos de una mente
abierta a la amplia perspectiva del conocimiento y una voluntad fuerte y
sincera para vivenciar en forma de realización ese conocimiento, realizando
cambios significativos en nuestras vidas, a pesar del qué dirán.
Con mis
mejores deseos
Enrique Blanco
Cerda
(Chaitanyadeva
das)
Costa Rica, 5
septiembre 2013