La lucha entre
el bien y el mal, entre la virtud y el vicio, suele ser larga y durar algunas
vidas terrestres, pero finalmente siempre vence el bien, la virtud y el amor,
quedando derrotados los vicios.
Pero la
ascensión de la escala de Jacob tan sólo ha empezado, quedando aun muchos
peldaños por trepar, muchos vicios por vencer y muchas virtudes por conquistar.
El siguiente
vicio por vencer es el juego de azar. La Suprema ley de Dios ordena que sólo del trabajo
viva el hombre y jamás del juego.
El trabajo,
aparte de la riqueza material, trae también la riqueza espiritual, que se
exterioriza y manifiesta en la experiencia y sabiduría que acumula el hombre
trabajando. Además, el trabajo es ejercicio y el ejercicio es salud, tesoro
mucho más grande que todas las riquezas materiales.
En cambio, el
juego tan sólo trae la riqueza material sin la espiritual. El juego de azar es pura
suerte que no hace acumular sabiduría ni inteligencia al hombre, ni conquistar
salud ni felicidad. Es un dinero mal habido sobre el cual no gravita la
bendición de lo Alto; por esto sólo trae las desgracias, las enfermedades, la
miseria y el dolor. Es proverbial que el pueblo que más juega, mayor número de
gente se distrae en la ociosidad sin trabajar, por lo cual tal pueblo, a la
larga se arruina.
De allí que el
hombre debe luchar valientemente consigo mismo, para desarraigar de su carácter
ese vicio denigrante de la especie humana, para poder dar un paso más alto en
la escala de las virtudes, y acercase a Dios.