domingo, 25 de agosto de 2013

Capítulo 40: Crimen y castigo



Crimen y castigo.

En la época espiritual, que ya comienza, la pena de muerte será abolida y reemplazada por la condena al a regeneración obligatoria del delincuente, ya que la pena de muerte se opone a la Suprema ley de <no matarás>, porque sólo Dios tiene derecho de quitar la vida. La condena de muerte significa odio al prójimo y cruel venganza al aplicar el odioso castigo de ojo por ojo y diente por diente.
La ley del odio es ley caduca y es reemplazada por la ley del amor, ley máxima en todo universo, porque es ella la que hace posible su existencia. Esta ley hace servir sin mirar a quién, como aquel samaritano que se compadeció del herido tirado al borde del camino. La ley del amor significa compasión, misericordia y perdón, que al enfermo le produce salud, al caído lo levanta, al ignorante lo instruye, educa y disciplina, enseñándole una profesión para que pueda ganarse honradamente la vida con su propio trabajo.
La regeneración obligatoria hace el prodigio de vaciar las cárceles, disminuir el número de jueces y policías, y mermar la ignorancia de las bajas esferas sociales, elevando su nivel cultural. Porque el criminal regenerado a fondo, generalmente nace en su próxima reencarnación como un ciudadano honesto, decoroso, honrado y trabajador, que trae consigo un inmenso caudal de conocimientos prácticos, creadores de industrias, de artes y oficios. Es un factor de progreso general.
En cambio, por cada criminal no regenerado y condenado muerte, renacerá un criminal más en la próxima vida, que junto con tantos otros no regenerados, llenarán las cárceles, las casas de juego y prostitución, los fumadores de opio, los manicomios, etc. Es un factor de retroceso general.
De manera que la equivocada justicia que condena a muerte aumenta artificialmente la criminalidad del mundo, llenándolo de malos ciudadanos e incrementando hasta los topes la población carcelaria, siendo una rémora para el progreso.
También el juez que condenó a muerte recibirá una saludable lección. Porque con esa fatal condena, encadenó férreamente su propia persona con la del condenado, que en su próxima reencarnación nacerá como su hijo. Y el ex-juez deberá poner todo su empeño en regenerarlo, educarlo e instruirlo, lo cual logrará finalmente, después de ingentes sacrificios, convirtiéndole en un ciudadano útil, honrado y bueno, que contribuirá al progreso social y económico de país. Esto le servirá de lección al ex-juez, para que, si nuevamente llega a desempeñar la magistratura, trate a todos los que deba juzgar, con la misma consideración como si fuesen hijos suyos, condenándolos a la regeneración obligatoria y no a la pena de muerte, porque sólo así no se encadena con el reo, ya que no lo atrasa si no que favorece su evolución.

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