domingo, 25 de agosto de 2013

Capítulo 39: Las cárceles deben ser reformatorios obligatorios



Los médicos-sacerdotes deben desempeñar el rol de buenos samaritanos. Las cárceles deben ser reformatorios obligatorios de la regeneración humana. Deben hacer saber a los reos que todo crimen siempre es descubierto y castigado, porque no hay crimen perfecto ni crimen sin castigo.

Vosotros que aspiráis a ser médicos-sacerdotes deberéis ser valientes lidiadores que –sin tregua ni reposo- combatan los vicios de los hombres y permanentemente fustiguen sus malos hábitos, tal como os señalé en la lucha antialcohólica.
Ante todo combatiréis los terribles vicios del opio, del tabaco, del juego de azar, de la prostitución, etc., pues todos estos malos hábitos significan caídas del hombres en su fatigoso trepar hacia las alturas de su perfeccionamiento, a cuyas blancas cimas sólo pueden llegar los hombres totalmente depurados de sus imperfecciones. Los peregrinos de este afanoso trepar hacia las luminosas cumbres, suelen ser asaltados en el camino por malvados bandoleros, dejándolos malheridos y tirados al borde del camino. Pero en este caso me refiero a bandoleros, no de carne y hueso, sino a otros que suelen ser peores: me refiero a los propios vicios que albergan en su alma, que a veces suelen dejarlos más maltrechos que los verdaderos bandoleros. Corresponde a vosotros, como buenos samaritanos socorrer a estos desamparados echados al borde del camino de la vida. Curar sus heridas morales y físicas y prestarles vuestro fuerte brazo de apoyo para conducirlos a la posada de su regeneración.
Donde hallaréis un gran número de tales botados al margen de esta vida, es en las cárceles, adonde debéis acudir para ayudar a la regeneración de estos enfermos morales. Ante todo les inculcaréis la Suprema Verdad de que no hay crimen perfecto ni puede haber un crimen sin castigo. Es imprescindible que sepan que tienen un Ángel tutelar –que aunque invisible- siempre los vigila, premia sus buenas obras y castiga las malas. Es urgente que los reos sepan que en el mismo momento de planear sus fechorías, en es mismo instante ya están descubiertos, porque su propio pensamiento les delata. Es que este su pensamiento, en el mismo instante de ser engendrado en su cerebro, automáticamente se graba e imprime en el archivo de la eterna memoria de la naturaleza, donde su Ángel tutelar, al instante se informa de las torcidas intenciones de su pupilo.
Como esta vida es una escuela experimental en la que, echando a perder se aprende, el invisible Ángel guía e instructor permite que su pupilo ponga en práctica sus torcidas intenciones que, aunque sean perversas, le servirán de lección de amarga experiencia y escarmiento, y le inducirán al arrepentimiento y rectificación de su conducta. Entonces el Ángel tutelar le deja en libertad de acción para que cometa su fechoría, pero al mismo tiempo dispone que la justicia lo atrape y lo condene, recluyéndolo en un reformatorio. Varias de tales amargas experiencias, que pueden repetirse en varias vidas, finalmente regeneran al más recalcitrante criminal. De allí que todo reo debe ser recluido en un reformatorio de forzada regeneración, donde se le instruye, educa y disciplina y ante todo, se le enseña un oficio para que pueda ganarse honradamente la vida, al salir en libertad. Es que el Padre Celestial ama tiernamente a Sus hijos y más Se compadece de los caídos. No quiere su destrucción y menos su muerte; quiere que vivan para que tengan la oportunidad de regenerarse y educarse, haciéndose miembros útiles de la familia humana.

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