Cristo explica cómo cocer el pan sin
destruirle la vida.
Entonces,
varios concurrentes preguntaron al mismo tiempo: Maestro, ¿cómo coceremos
nuestro pan cotidiano?
Jesús respondió:
el Sol es la principal fuente de calor, de energía, salud y vida. Sin Sol esta
Tierra sería una bola de hielo y nieve. Este Sol dispone también, del calor
preciso para cocinar vuestro pan. Poned pues, atención en cuál es el
procedimiento de cocer el pan al Sol.
Remojad una
porción de grano, que puede ser trigo, cebada, centeno, etc., en una palangana,
para que el Ángel del agua penetre adentro de los granos y los ablande. En
seguida poned la palangana al Sol, para que los Ángeles del Sol y del aire
compenetren el grano con sus benéficos efluvios, los vivifiquen, y despierten
su fuerza germinativa, que duerme latente en todas las semillas. Mantened este
grano húmedo al Sol hasta que germine y eche brotes verdes. Estos brotes tienen
un agradable dulzor a miel y como son vegetales brotados, le agregan un mayor
poder nutritivo al grano así germinado. Enseguida proceded a moler este grano
sobre una piedra con otra piedra, hasta que se convierta en una pasta. De este
amasijo haced delgaditas tortas, tal como hicieron vuestros padres cuando
salieron de su cautiverio de Egipto.
Estas tortas ponedlas al sol desde su salida, y cuando el Sol llegue a su mayor
altura en el cielo, volteadlas al otro lado, para que también el reverso sea
abrasado por el Ángel del Sol y dejadlas allí hasta la madrugada siguiente,
para que el sereno de la noche y el rocío matinal complementen la obra, dando a
las tortas un agradable sabor a hojuelas con miel y una suave blandura al
paladar al masticarlas, blandura suave producida por el rocío. Si está nublado
con escaso Sol, puede prolongarse la cocedura por otras veinticuatro horas. Es
indudable que los Ángeles del Cielo, que hicieron crecer y germinar el grano
dentro de una espiga dorada, poseen también el poder para aderezar el pan
vuestro de cada día.
Para vuestras
fiestas haced pan especial, enriqueciéndolo con uvas frescas (pasas), anís aromático
y miel para deleite de vuestros invitados. Tal es el pan que vuestro Padre
Celestial y vuestra Madre Natura os brindan en su hospitalaria mesa, atendiendo
vuestra súplica hecha oración: <Padre nuestro, danos el pan de cada día>.
Este pan es el
maná del Cielo, porque es cocido por los Ángeles del Cielo. Es un pan vivo,
alimento completo, porque el fuego del Sol no le arrebató sus sutiles y
delicados ingredientes que, por lo tanto, permanecen intactos, vivos y activos,
dando fuerza, vigor y salud, además de una larga vida a los hijos que se
alimentan con este pan integral, integral porque contiene todos los
ingredientes y principios nutritivos que el cuerpo necesita.
Es el mismo
pan que mantuvo vigoroso a Matusalén durante cientos de años (969), el mismo
pan que durante prolongado tiempo alimentó a vuestros padres en su éxodo de
Egipto, y el mismo pan que dio fuerzas inmensas a millares de esclavos que
arrastraban y levantaban enormes bloques de piedra para la construcción de las
pirámides.