domingo, 25 de agosto de 2013

Capítulo 31: La vida sólo viene de lo vivo



Cristo profundiza sus explicaciones acerca de los alimentos, y el por qué los cocidos están muertos, sin vida; la vida sólo viene de lo vivo.

Jesús prosigue diciendo: El Mandamiento de <no matarás> comprende también el no matar los alimentos que han sido servidos para nutriros y daros, además de la fuerza muscular, también la fuerza mental, con una mente clara, despejada, que capta fácilmente la comprensión y la inventiva. Debéis pues, comer alimentos vivos, porque ellos os vivificarán el cuerpo y el alma, agudizando el espíritu y, en resumen, os darán fuerza física e intelectual. Los alimentos vivos os quitarán el aburrimiento, el mal humor, el mal carácter y el pesimismo, introduciendo un sol dentro de vuestras entrañas que al apagado le da lucidez, al triste la alegría, al terco la cordialidad y jovialidad, al rencoroso y odioso lo convierte en un amistoso, sincero y servicial amigo, el pesimista, en optimista, en fin, el alimento vivo da vida y alegría de vivir. En cambio los alimentos muertos os introducirán una sombría noche en vuestro cuerpo, apagándose la vista espiritual, veréis todo oscuro, puras tinieblas, tornándoos pesimistas, aburridos, de mal humor, agresivos, hirientes, guerreros, que no dejan vivir en paz a los vecinos; finalmente, os enfermarán haciéndoos sufrir dolores y ocasionándoos una prematura muerte.
Es que una sabia Ley de la Madre Natura dice: La vida sólo viene de lo vivo y la muerte viene de lo muerto. Es que todo lo que mata vuestro alimento, mata también vuestro cuerpo, y todo lo que mata vuestro cuerpo mata también vuestra alma, oscurece la mente y sepulta el espíritu. Por lo tanto no comáis nada que el fuego, la escarcha o el hielo hayan destruido, porque los alimentos quemados, asados, helados o podridos, quemarán también vuestro cuerpo, os helarán la sangre y os marchitarán como un árbol regado con agua hirviendo. No seáis como aquel agricultor insensato que sembró trigo hervido. No salió nada y perdió la siembra. Sed como el agricultor sensato que sembró semilla viva, que luego brotó en vigorosas plantas y gordas espigas, produciendo ciento por uno. Comed pues alimento vivo, como son todas las frutas de las arboledas, los vegetales del huerto y la leche fresca de los animales, sin hervirla, porque la inmensa sabiduría del Señor creó vuestros cuerpos y también los alimentos adecuados para alimentarlos. Porque todas las frutas en su estado maduro son más sanas si se comen crudas. Es que el Creador es el mejor cocinero que cocina todo al calor del Sol, que no quema los vegetales, sino tan sólo los vitaliza, los tuesta y dora, cargándolos de energía solar, la cual se convierte en energía vital, que impulsa vuestros cuerpos, haciéndolos fuertes y resistentes.
Los elefantes, los camellos, toros, etc., que son los animales más fuertes que pisan la Tierra y que comen generalmente pasto crudo, ¿no son acaso una confirmación de esta verdad?

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