Después de
estas palabras todos permanecieron silenciosos, menos uno, que preguntó:
Maestro, ¿qué haré si un feroz animal salvaje en plena selva ataca a mi hermano
y está a punto de desgarrarlo? ¿Dejaré que mi hermano perezca o matará a esta
bestia feroz? Muéstrame, Maestro, si al matar yo a la bestia feroz, quebranto
el Mandamiento de <no matarás>.
Cristo
respondió: Desde el principio del mundo os fue dicho: de todas las criaturas
que moran en la Tierra ,
Dios creo sólo al hombre a Su imagen. Por lo tanto las bestias son subordinadas
al hombre y no el hombre a las bestias. Luego, no quebrantaréis la Ley al matar a esa bestia
salvaje para salvar a vuestro hermano. Pero el que mate a un animal, aunque éste
no lo ataque y sólo por el morboso placer de matar, o por la carne, su piel o
sus colmillos, éste sí quebranta la Suprema
Ley de <no matarás>.
En verdad os
digo, este asesino de inocentes víctimas, tarde o temprano recibirá su justo
castigo, pues el alma del animal asesinado lo acechará para vengarse y en
cualquier reyerta armará con un puñal la mano de un asesino para que lo mate,
tal como él lo mató.