Cristo explica la maravillosa
organización celular que existe dentro del cuerpo humano, diciendo que es la
obra más perfecta de toda la Divina
Creación.
Los
concurrentes escuchaban admirados estas maravillosas enseñanzas que por vez
primera llegaron a sus oídos. Algunos suplicaron: Maestro, enséñanos algo más
acerca del funcionamiento de nuestras entrañas, para que al conocer el orden
interno, podamos cuidar mejor nuestra salud y así no depender de los curanderos
que, aprovechándose de nuestra ignorancia, por dracmas de plata nos venden
menjunjes, más dañinos que la enfermedad misma.
Cristo accedió
a esta súplica diciendo: En verdad os digo, tan infinitas como los son las
estrellas del cielo, son las células de que se compone vuestro cuerpo. Sin
embargo, todas ellas son indispensables para asegurar el correcto
funcionamiento de vuestro organismo. Estas células son entidades vivas, ágiles
y dinámicas, inteligentes y razonadoras. Ellas tienen algo de parecido a los seres
humanos, porque nacen, crecen, comen, se reproducen, trabajan, gozan, sufren,
aman, odian, envejecen y mueren, siendo reemplazadas por otras células jóvenes.
En hombres
sobrios, abstemios de vicios y obedientes de la Madre Natura , prevalece entre
las células una perfecta disciplina y el más riguroso orden, dentro del sabio régimen
de los mejores y los más aptos. La Ley
Universal , según la cual la naturaleza ata al ignorante y da
poder al sabio, también rige dentro del cuerpo humano, este pequeño
microcosmos, considerado como un resumen del universo entero. Dentro de este rígido
orden, las células se van agrupando en jerarquías, conforme a sus aptitudes
naturales, tendencias específicas, sus afinidades y mutuas simpatías.
Las células más
vigorosas, las más activas y de más empuje, las más inteligentes,
automáticamente se imponen, ascendiendo a posiciones de mayores
responsabilidades y más altas jerarquías. Así, las células más afectuosas, las
más sensibles, las más sabias y las más inteligentes, forman el corazón y el
cerebro de vuestro cuerpo, mientras que las demás células forman el resto de
los órganos, como el estómago, hígado, intestinos, riñones, bazo, pulmones,
sangre, huesos, pelo, etc.
Las células de
cada órgano efectúan con esmero máximo su propia labor, esforzándose en
mantener ese órgano en óptimas condiciones de funcionamiento y su más alto
rendimiento, pero no para su propio y exclusivo provecho, sino siempre con
miras a servir lo mejor posible a los demás órganos, con los que están ligadas
en estrecha e inseparable interdependencia. Todos los órganos unidos forman a
su vez un armonioso conjunto de órganos, o sea, un gran órgano, que es vuestro
cuerpo, a su vez, una células del organismo más grande, que constituye la
humanidad entera.
Este sabio
orden cooperativo dentro de nuestro cuerpo desaparece sin embargo en individuos
que desobedecen los Mandamientos de la Madre
Natura , entregándose de lleno a los placeres mundanos, a
vicios y malos hábitos.
Las bebidas
embriagantes, los tóxicos del tabaco y de las demás hierbas, adormideras y
narcotizantes, la desquiciadora fornicación, la comida desordenada que culmina
en gula, además los remedios y calmantes, todo esto enferma, debilita y
degenera las células de vuestro cuerpo, aniquila sus autodefensas y su energía
vital. En tal cuerpo, la conciencia directriz federal pierde su soberanía sobre
las células insubordinadas, las que entonces forman focos subversivos llamados
enfermedad, la cual suele degenerar hasta estados más graves, como la
tuberculosis, tisis, raquitismo, diabetes, cáncer, reumatismo crónico,
gangrenas, lepra, etc., que son los estados más avanzados de degeneración
celular y significan la ruina total de vuestro organismo.
Esta lección
os enseña que vuestro bienestar depende de vosotros mismos. Si obedecéis los
mandamientos de la Madre Natura
os aseguraréis una perfecta salud, prosperidad material y espiritual, paz y
felicidad. Si la desobedecéis, tendréis que sufrir tales enfermedades, miserias
y calamidades sin fin. Además, os enseña esta lección, que debéis tomar como
ejemplo el comportamiento de las células de vuestro cuerpo y tratar de
imitarlas, por ser la organización más perfecta de toda la creación. Este
perfecto orden cooperativo de convivencia humana, poco a poco, será adoptado
por todos los pueblos a medida que ellos vayan acercándose a las cumbres
evolutivas humanas.
Para poder
vosotros cooperar eficazmente dentro de esta severa disciplina social, debéis
trabajar intensamente en vuestro propio perfeccionamiento, tanto físico, moral,
como espiritual, pero no únicamente para vuestro exclusivo y personal provecho,
sino siempre con miras a servir lo mejor posible a toda la colectividad, tal
como las células de vuestro corazón sirven a todo vuestro cuerpo, el cual en el
acto sucumbiría si esas células, deliberadamente, se negaran a trabajar.
De ahí que
como no cabe una paralización deliberada de la actividad celular dentro de
vuestro cuerpo, así tampoco cabrá tal paralización dentro de una organización
social humana, cuando ella se eleve a semejante perfección, siendo tal
perfección la suprema meta de los pueblos y sus ineludible destino; destino de
escalar eternamente la avalancha evolutiva humana, esas altas cumbres
superhumanas, en su acercamiento hacia el cielo.
De manera que,
en el futuro, será calificado como el pueblo más culto y civilizado del mundo,
aquel que, dentro del libre albedrío, ejerza la máxima justicia social, sin
necesidad de recurrir a la fuerza, a la paralización deliberada del trabajo, y
que con todo empeño y la mejor buena voluntad, coopere con los demás pueblos,
especialmente con los más atrasados.