domingo, 25 de agosto de 2013

Capítulo 22a: Cristo insiste en que la atención médica debe ser gratuita



Cristo insiste en que la atención médica debe ser gratuita; que la parábola del Buen Samaritano debe servir de ejemplo a los médicos acerca de la manera en que ellos deben atender a los enfermos.

Y dirigiéndose Jesús, exclusivamente a sus discípulos les dijo: Vosotros que os esmeráis en aprender los secretos de sanar a los enfermos, debéis saber cómo manejar este don y conservarlo una vez obtenido. Es que es muy fácil perderlo al abusar de él, por ejemplo, si explotáis la enfermedad como negocio, como lo hacen algunos curanderos oficiales, haciéndose inmensamente ricos con el dolor ajeno y la desgracia del prójimo.
Sin embargo, vosotros no procederéis así. Al estar en presencia de un enfermo, imploraréis al Altísimo suplicando que acuda a sanarlo. Es que vosotros jamás podréis curar por vosotros mismos a un enfermo, sino únicamente con el auxilio del Padre Celestial, que es el artífice creador de los organismos, y, por lo tanto, sólo Él conoce las enfermedades y la manera de sanarlas.
Debéis imitar el ejemplo del Buen Samaritano, que se condolió del que yacía al borde del camino, gravemente herido por bandoleros: le curó las heridas, lo transportó a la posada y no le cobró nada por estos valiosos servicios. Al contrario, también pagó de su bolsillo los gastos de su restablecimiento. Tal es el médico modelo que debe servir de ejemplo para los médicos de todos los tiempos. Sin embargo, si alguno de vosotros, o los que os sucedan se tienta de cobrar salario por la atención de sus enfermos, ya sea dinero, dádivas u otras prebendas, pierde el don de sanar a enfermos porque entonces Dios no acude en su ayuda. Tal médico se torna en un mago, en un curandero, que solo fracasos y amarguras cosechará en su inhumana profesión.
Cada denario que cobre en la explotación de la enfermedad, como negocio, se convertirá en una dolorosa espina que permanentemente le remorderá la conciencia, quitándole toda la alegría de vivir. Ante la Ley Inmaculada –que es Ley Divina-, este médico es un reo y como tal, condenado a sufrir en su próxima reencarnación la misma miseria, angustia y el mismo dolor que él hizo sufrir a sus pacientes, porque le será aplicada con todo rigor la Ley que dice: Con la misma vara que midas, serás medido.

anterior                 siguiente