Y había muchos
otros enfermos que, a pesar de sus ayunos y oraciones, seguían con sus
achaques, sufriendo horribles dolores. Pero llenos de fe en las promesas de
Jesús, perseveraron en sus ayunos y oraciones. Algunos de estos enfermos tenían
el mal en la cabeza, por lo cual sentían vértigos, que les hacían caer al
suelo, cada vez que intentaban levantarse para acercarse a Jesús.
Entonces,
Jesús, lleno de compasión, se acercó a ellos para consolarlos, diciéndoles que
si seguían con plena fe ayunando y orando, su curación se produciría con
seguridad.
Entonces, uno
de los postrados, expresando su desaliento, decía: Maestro, habiendo sanado
tantos otros, ¿por qué nosotros seguimos enfermos, a pesar de que hemos
ayunado, orado y nos hemos bautizado?
Cristo
respondió: Vuestro mal es más grave que el de los que ya han sanado, porque habéis
pecado más tiempo; más tiempo habéis desobedecido los Mandamientos de la Madre Natura , por lo cual
ahora, también más tiempo tenéis que sufrir enfermos. Pero no os desaniméis,
tened fe y perseverad en vuestros ayunos y oraciones, pues, por este único camino
podéis recuperar la salud.
Para que
comprendáis la necesidad e importancia del ayuno y de la oración para vuestra
curación, os explicaré de qué manera obran estos bondadosos y benéficos Ángeles,
agentes ejecutores de la voluntad de la Madre Naturaleza. Al ayunar se
modifica toda la economía funcional dentro de vuestro organismo, orientándose
hacia una total curación y limpieza de vuestras entrañas. Los millones de células
de que se compone vuestro cuerpo y cuya misión corriente es transformar el
alimento en energía vital, estas células, al no recibir alimento se dedican a
curar y reparar los órganos enfermos. Otras células se dedican al aseo de la
sangre, de los tejidos y órganos y de todas vuestras entrañas. Las células
aseadoras proceden a eliminar y barrer fuera del cuerpo por las puertas y vías
naturales, las basuras acumuladas en vuestro interior. Pero si las cantidades
de basuras son excesivas, entonces abren puertas de escape adicionales en la
superficie de la piel, consistentes en granos supurantes, úlceras, llagas,
apostemas, etc., por donde dan salida a este exceso de sustancias extrañas. De
manera que dichas llagas, úlceras y manchas, no constituyen una enfermad en sí,
sino que representan un proceso eliminatorio, depurativo, curativo y de saneamiento
del cuerpo interior, promovido por el sapientísimo médico interno, que todo
organismo tiene en su interior. No estorbando con medicamentos a este
maravilloso médico, se obtienen las más admirables curaciones. Cuando este médico
ha terminado su obra curativa y depurativa, dejando sanas y limpias las
entrañas, procede a cerrar las puertas de escape de la piel –úlceras, llagas,
etc.,- que luego se cierran y cicatrizan en una piel lisa y lozana.
Tal es la
maravillosa obra del sapientísimo médico interno, uno de los Ángeles de la Madre Natura , que
espontáneamente limpia y cura prolijamente vuestras entrañas, sin curanderos,
ni médicos, ni medicinas.
Toda esta
maravillosa restauración de vuestro cuerpo ha sido posible debido a que os habéis
sometido a un riguroso ayuno. De manera que el Ángel del Ayuno ha terminado
exitósamente su misión y vosotros podéis empezar a comer de nuevo.
Empero, los
primeros días después de un prolongado ayuno, comeréis muy poco, para aumentar
poco a poco la ración cada día siguiente, hasta llegar a la normal.
Después de
haberos explicado la importancia que ejerce el ayuno en vuestra curación, os
explicaré la importantísima función que desempeña la oración en el
restablecimiento de vuestra salud. Al orar fervientemente, lanzáis luminosos
rayos que conectan vuestra alma con Dios, la gran Alma Cósmica, que todo lo
abarca y que es un vibrante núcleo de sabiduría, energía vital, dinamismo,
fuerza, salud, bondad y amor.
Si vuestra
ferviente oración es sostenida y la acompañáis con el recto vivir y además con buenas
obras de caridad, bondad y amor, dentro de una inquebrantable fe, entonces
vuestra alma se identifica con Dios y Él se une, y por este conducto fluye a
raudales de ese gran depósito de salud, un torrente de energía vital a vuestro
escuálido cuerpo, cargándolo de vitalidad, fuerza y vigor, lo que prontamente
restaura vuestra salud, tanto del cuerpo como del alma. De esta manera quedaréis
persuadidos de la inmensa importancia de la oración acompañada de buenas obras
y del recto vivir.