domingo, 25 de agosto de 2013

Capítulo 11: La suprema Ley de la vida, la Ley del Amor




La suprema Ley de la vida, la Ley del Amor, 
convertirá esta Tierra en una Estrella de Amor.

En verdad os digo, la ley del Amor es la más grande y la principal de todo el universo. A ella está sometido todo lo que es y existe. Dios es todo amor y Madre Natura es amor y sus hijos también son amor.
Todo el universo, la Tierra, lunas, soles, estrellas, astros, todo esto es una unidad inseparable, porque sólo debido a esta unidad puede existir y tener vida el universo, igual que vuestro corazón, estómago, hígado, pulmones, la sangre, la carne, los huesos, todo esto es una sola unidad inseparable, para poder existir y tener vida vuestro cuerpo, siendo Ley del Amor, que hace posible esta unidad.
Es que el Padre Celestial, los Arcángeles, los Ángeles, todas las jerarquías celestes y toda la humanidad que vive en esta tierra y en los planetas, son una sola unidad, aglomerada por la potente atracción y cohesión del magneto amor. El Padre vive en los hijos, los hijos viven en los Padres. El uno no puede existir sin el otro. El Padre existe porque el hijo existe y el hijo existe porque existe el Padre.
Siendo Dios amor, lo es también el hombre, porque el espíritu del hombre es una partícula de Dios. Para poder actuar el espíritu del hombre en la materia, en el plano físico, se reviste de la materia del plano en que desea actuar. Así, al querer actuar en el plano de esta Tierra, se reviste de un cuerpo compuesto de materia terrestre, que, en su integridad, se compone de substancias de la Madre Tierra.
Siendo, pues, el amor ley suprema, cumplid con ella con todas vuestra fuerzas y con todo vuestro entendimiento. Amad al Padre Celestial como Él os ama a vosotros, y amad al prójimo como a vosotros mismos, pues amar al Padre Celestial, significa amar al prójimo.
Amad también a vuestra Madre Natura, tal como ella os ama a vosotros, porque ella os crió, os amamantó, os enseñó a andar los primeros pasos en esta vida y os proporcionó todo lo que sois.
Amad también a toda la humanidad, cualquier color que tenga su piel y a cualquier nación a que pertenezca, porque esto se llama amar a Dios y a la Madre Natura. En verdad os digo, cuando los hombres de esta Tierra se amen mutuamente, como Dios os ama, habrá bajado el cielo a esta Tierra, que ya no será el Valle de lágrimas, sino el Valle de dicha y de intensa alegría de vivir. Porque desaparecerá todo odio, toda maldad, las luchas y la guerras y prevalecerá la paz porque existirá la buena voluntad entre los hombres. Cada individuo, para demostrar palpablemente su buena voluntad y para cumplir con la Ley del amor, buscará la manera de cómo hacer un favor al prójimo, a un vecino, a un amigo, y aún más, a un enemigo. Buscará de agradarlo, de hacer un servicio desinteresadamente, con lo cual esta tierra se convertirá en una estrella de amor.
Entonces los hombres se habrán espiritualizado, con lo cual, muchos de ellos adquirirán dones sobrehumanos, porque con su comportamiento habrán despertado algunos órganos internos, que, latentes, dormitan en todo cuerpo humano, esperando que la madurez del alma los despierte y se sirva de ellos, como por ejemplo, la visión astral, que permite ver a los muertos y conversar con ellos. Los más avanzados tendrán libre acceso al mundo del más allá. Vivirán tanto en este mundo como en el otro. Debido a su avanzada evolución, después de su muerte no necesitarán volver a esta tierra en la que ya habrán aprendido todo. Entonces seguirán su evolución en el plano superior de la vida, llamado Cielo. Gozoso el Padre Celestial los recibirá como miembros permanentes del cielo y les entregará la heredad que les tenía reservada en Sus infinitas posesiones del interminable espacio cósmico.
Porque por amor cría el Padre Celestial a Sus hijos; por amor les enseña y los prepara para la vida superior, la vida del más allá. Por amor los acoge en Su Reino y por amor les concede una sempiterna vida, dicha y gloria. Porque el amor es el motor que mueve todos los mundos. Es el más potente y el más seguro de los motores que nunca fallan, porque es el único motor de eterno y perpetuo movimiento.
Para que tengáis una visión más completa de esta vida, os di un somero vislumbre del más allá. Sin duda son enigmas para vosotros, que sólo comprenderéis más adelante. Mientras tanto sólo necesitáis fe, mucha fe y creer en mis palabras, porque como portavoz del Padre Celestial, sólo palabras de verdad pueden brotar de mis labios.
En verdad os digo, cuando estéis en presencia del Padre Celestial se os caerá la venda de vuestros ojos y entonces comprenderéis los misterios de la Tierra y de los Cielos. Entonces ya no necesitaréis fe, ya que ésta será remplazada por la convicción personal de lo que antes tan sólo habéis creído y puesto vuestra fe en ello.

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