domingo, 25 de agosto de 2013

Capítulo 44: Procreación, fornicación, sodomía



Procreación, fornicación, sodomía.

La procreación en su máxima pureza la practican los animales, como los venados, corzos, vacunos, caballos, camellos, elefantes, etc., pues el macho sólo busca a la hembra y ella a él en la época del ardor amoroso de celo y fuera de esta época ellos se rechazan sexualmente, aunque conviven en una filial armonía.
Cuando los seres humanos se incorporen dentro de esta Ley Natural que los animales con tanto rigor respetan, habrán alcanzado el grado más alto de civilización y cultura. Pero cuando el acto sexual degenera en vicio, en un placer sensual, entonces ya no se llama procreación, sino fornicación, que significa la más abusiva relajación de esta sagrada función procreadora.
Cuando el acto sexual degenera hasta los abismos de la sodomía (homosexualidad) y fallan todos los medios de regeneración, entonces la justicia inmanente condena a tales depravados incorregibles a ser quemados vivos, como fueron quemados los habitantes de Sodoma, Gomorra, Saboim y Adams. Junto con estas ciudades barrió la divina escoba la basura humana del mundo entero, para quemarla junta en un sólo montón y una sola hoguera.
Sin embargo, tales depravados pueden salvarse de ser quemados vivos, si a tiempo se arrepienten de todo corazón y empiezan a combatir enérgicamente su terrible vicio, hasta desarraigarlo totalmente en sus últimas raíces, que se encuentran en el cerebro y en el corazón. De ahí que deben rechazar enérgicamente los pensamientos y emociones que invitan a este vicio. En esta titánica lucha los sodomitas deben servirse de las más eficaces armas como el prolongado ayuno, la alimentación vegetariana y ante todo, de la oración, pidiendo auxilio del cielo, que es la más eficaz de las armas.
Como es verdad que la suprema meta del hombre en la Tierra es alcanzar las más altas cimas de pureza, dignidad y cultura, también es verdad que la sodomía es el polo opuesto, o sea, el más profundo abismo de impureza, indignidad e incultura humana. Por esto hasta la Madre Tierra se negó a darles sepultura a las ceniza de tales depravados, abriéndose en el lugar del siniestro un profundo abismo, que se llenó de aguas tan pútridas y salobres que matan a todo germen viviente, pues ninguna vida prospera en ellas, por cuyo motivo ese tenebroso lago se llama Mar Muerto, para que sirva de eterna advertencia a los pueblos de que la sodomía los extermina hasta la más absoluta esterilidad.

anterior                 siguiente